24 noviembre, 2006

Caos, de Hakim Bey

LA MAGIA DEL CAOS

Tuve la suerte de toparme con ella en el momento adecuado, cuando parecía que una terrible sentencia iba a ejecutarse de un modo inexorable, y llegábamos al final de la historia; salió de repente, riendo, y sacó ante mí un millar de oportunidades como lumínicas gemas enjaezando un pañuelo tan largo como la hipotética curva del Universo. Puso algunas de ellas en mi mano, y su risa sonó cómo un “ahora apáñatelas lo mejor que puedas”. Y así ha sido hasta la fecha. Mi existencia transcurre de un modo tan común que nada haría sospechar mi relación con la Magia del Caos… Y, sin embargo en todos mis actos, en cada paso que doy, está también su huella; y mi sonrisa por respuesta.

La Magia del Caos no es ninguna novedad, y cuenta suficientes puntos a su favor para ser respetada y reconocida. Estas líneas no pretenden ser una introducción a la Magia del Caos[1]; sino una interpretación de la misma, un tanto sui géneris y para todos los públicos; unas notas inevitablemente salpicadas de referencias a otros caminos, acerca de cómo la praxis, y las ideas que corren alrededor y a través de la Magia del Caos, pueden ser agregadas a la bolsa de provisiones de cualquier buscador.

En el aspecto práctico, el Caos nos recuerda el conocimiento de que “todo el espacio está aquí, todo el tiempo es ahora”, como si eleváramos la “teoría de los aspectos” de la que hablaba Marion Weinstein[2], a la máxima potencia; El legado del Caos es la conciencia de las oportunidades infinitas, que podemos llegar a concretar en realidades, siempre que encontremos el modo adecuado para ello. La Magia del Caos suele partir del reconocimiento de las múltiples vías que pueden conducirnos, con igual éxito, a una determinada meta; nos dice que, al fin y al cabo, “lo importante es que funcione”, dejando en segundo plano la importancia del sistema mágico empleado.

Cualquier camino es bueno para caminar… En el Caoísta, no hay una voluntad de sumarse a un rebaño, o de permanecer al margen tratando así de formar una identidad; no hay un sistema o tradición o conocimiento mejor que otro por sí mismo, sino dependiendo de cómo sirva al practicante. La búsqueda desesperada de un fin puede dejarnos al llegar a él con las manos vacías y un sentimiento de decepción, que nos indica que no hemos entendido nada. El camino que escogemos debería ser algo íntimo, correspondiente a nuestro destino único, y concordante con el mismo. Así, los diversos dogmas que anidan en la Magia como los “grados jerárquicos”, las “verdades últimas” y las diferentes “tradiciones” a seguir pierden valor por sí mismos; para ganarlo simultáneamente según el parecer de aquel que se lo quiera otorgar.

El Caos, deja que los logros, y los modos, se legitimen por sí mismos; al igual que la Guadaña del Segador da fuerza a lo que debe vivir y otorga reposo a lo que no lo consigue, pero puede distraer la mirada ante un tramposo profesional, o un tipo con suerte.

Y el Caos es mucho más que un impulso rebelde que nos obligue a romper con todo lo establecido (ser esclavo de la libertad es una gran paradoja sobre la que reflexionar), no sería lógico que nos empujara inevitablemente hacia adelante, puesto que en el infinito no hay delante ni detrás, sólo movimiento y transformación. En la Naturaleza, la “selección natural” es azarosa y oportunista; las especies exitosas podían serlo por presentar características “novedosas” ante sus semejantes, pero también por todo lo contrario… Lo que en un momento fue novedoso, en otro puede ser caduco; lo que creemos obsoleto ahora, puede ser revolucionario en el futuro. En el seno del Caos los contrarios son hermanos intercambiándose los papeles, amantes que se pelean como bestias y se alejan “por siempre”, pero al rato están labrando delicados trabajos de amor.

El Caoísta es consciente de que no hay nadie a quien dar explicaciones, pero tampoco nadie a quien pedir responsabilidades, salvo a uno mismo. Es, por tanto, consciente de que está terriblemente solo, como una ínfima estrella que brillase a causa del valor reunido para contemplar la inmensidad del gélido Universo. Un mago del Caos, conserva un sentido perenne del humor, que pueda parecer oscuro en ocasiones, consecuencia lógica ante tal visión… como una marca de iniciación tan inocente que se borrara con el agua de la lluvia, para adentrarse en el alma. Tenemos los días contados, no sabemos nada, y, sin embargo, sabemos cuanto nos es necesario saber para cumplir con la tarea diaria del vivir, cada cuál intentando hacerlo como crea conveniente... En el Infinito hay lugar para todos; incluso para los que quieren pelearse por él.

Es absurdo que se critique la Magia del Caos alegando motivos “éticos”, al no contemplar como sistema ninguna restricción; la ética depende de la persona, y no de la técnica que ésta emplee, o las creencias en que se base. El practicante de cualquier tipo de magia sabe que cualquier acto que realice caerá bajo su responsabilidad, y es libre de escoger tanto aquello que se permite como aquello que no se permite hacer… Nadie dice que las “leyes generales” de la práctica mágica no tengan efecto sobre un Caoísta; pero él o ella sabe que puede asumir el riesgo o la condena, si así cree que debe actuar, si es eso lo que elige.

Tampoco tiene sentido tener una visión negativa del Caos; porque puede que Caos no ser sólo un sinónimo de “desorden”, ni el “contrario” del orden. Caos puede ser el nombre de la Madre Primera, Aquella que Todo lo Abraza.

Hesíodo, escribía en su Teogonía: "En primer lugar existió el Caos. Después Gea, la de amplio pecho, sede siempre segura de todos los inmortales que habitan la nevada cumbre del Olimpo." El Caos era un estado de confusión… tal vez no era la confusión del desorden, sino de lo que no se puede definir, de lo que a penas se alcanza a entender. De allí surgiría el Todo, el Caos dio origen a la tranquila noche y a las tinieblas, y de ellas nacieron a su vez el día y el aire claro. Del Caos surgieron también Gea la Tierra y Tártaro, y Eros, el Amor que hace que las fuerzas se atraigan entre ellas y las lleva a la realización de nuevas creaciones.

El Caos, no será, entonces, una entidad secundaria y destructiva, sino todo lo contrario; Caos trajo el Todo de la Nada, Caos es la Creación misma. Todos surgimos del Caos, y Caos permanece, tras la ilusión de orden establecido de la realidad, construida a partir de sus propios elementos y cobijada en su cuerpo sin forma ni límites. Enorme y Terrible, mil veces negado y al tiempo persistente en el lugar más recóndito de nuestras almas, de la conciencia silenciosa de nuestro cuerpo, se ha olvidado que a Caos debemos cualquier orden que podamos amar. En cierto modo, si despreciamos el Caos, somos como leñadores que menospreciaran el bosque que les aporta la madera para construir la casa, y el alimento para los suyos. El Caos no es más cruel que una madre alentando a sus cachorros a salir del cubil, con el fin de que cada uno desempeñe una existencia propia. Este trato, carente de compasión, no es el más agradable; pero nos otorga las armas y el conocimiento necesario para vivir de un modo acorde con nuestra unicidad. Nosotros ponemos los límites, damos o moldeamos las formas, y ejercemos como constructores, como creadores de nuestro espacio vital, nuestra realidad.

Vaelia Bjalfi,

Escuchando White Lies de Deine Lakaien
En un tiempo robado al tiempo de Octubre del 2004.

NOTAS:

[1] Para ello ya está “Oven Ready Chaos” de Phil Hine.

[2] Magia de la Tierra, Marion Weinstein, Ed. Luis Cárcamo, Madrid, 1992
HAKIM BEY: CAOS NUNCA MURIO.
Bloque primordial sin esculpir, único excelentísimo monstruo, inerte y espontáneo, más ultravioleta que ninguna ideología (como las sombras antes de Babilonia), la homogénea unidad original del ser todavía irradia serena como los negros pendones de los Asesinos, perpetua y azarosamente ebria.
CAOS precede a todo principio de orden y entropía, no es ni Dios ni gusano, sus deseos insensatos abarcan y definen toda posible coreografía, todo éter y flogisto sin sentido: sus máscaras son cristalizaciones de su propia falta de rostro, como las nubes.
Todo en la naturaleza es perfectamente real incluyendo la conciencia, no hay absolutamente nada de lo que preocuparse. No sólo se han roto las cadenas de la Ley, es que nunca existieron; los demonios nunca guardaron las estrellas, el Imperio jamás se fundó, a Eros nunca le creció la barba.
No, escucha, lo que ocurrió fue esto: te mintieron, te vendieron ideas sobre el bien y el mal, te hicieron desconfiar de tu cuerpo y te avergonzaron de tu profesión del CAOS, se inventaron palabras de asco por tu amor molecular, te mesmerizaron con su indiferencia, te aburrieron con la civilización y con todas sus roñosas emociones.
No hay devenir, ni revolución, ni lucha, ni sendero; tú ya eres el monarca de tu propia piel; tu inviolable libertad sólo espera completarse en el amor de otros monarcas: una política del sueño, urgente como el azul del cielo.
Despojarse de todos los derechos y dudas ilusorias de la historia exige la economía de una legendaria edad de piedra; chamanes y no curas, bardos y no señores, cazadores no policías, recolectores de pereza paleolítica, dulces como la sangre, van desnudos como un signo o pintados como pájaros, en equilibrio sobre la ola de la presencia explícita, sobre el ahora y siempre sin relojes.
Los agentes del CAOS dirigen candentes miradas a cualquiera que sea capaz de atestiguar su condición, su fiebre de lux et voluptas. Sólo estoy despierto en lo que amo y deseo hasta el punto del terror; todo lo demás no es sino mobiliario amortajado, anestesia cotidiana, cagadas mentales, aburrimiento subreptil de los regímenes totalitarios, censura banal y dolor inútil.
Los Avatares del CAOS hacen de espías, saboteadores criminales del amour fou, ni altruistas ni egoístas, accesibles como niños, con los modales de los bárbaros, excoriados de obsesiones, en el paro, sensualmente perturbados, ángeles-lobo, espejos de contemplación, ojos como flores, piratas de todo signo y sentido.
Y aquí estamos arrastrándonos por las grietas entre las paredes de la iglesia estado escuela y fábrica, todos los monolitos paranoicos. Separados de la tribu por una nostalgia feraz escarbamos túneles tras las palabras perdidas, las bombas imaginarias.
La última acción posible es la que define la propia percepción, un cordón de oro invisible nos conecta: baile ilegal en los pasillos del juzgado. Si hubiera de besarte aquí lo llamarían un acto de terrorismo; así es que llevémonos las pistolas a la cama y despertemos a la ciudad a medianoche como bandidos borrachos celebrando con andanadas, el mensaje del sabor del CAOS.

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